En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del
viejo hombre,
que está viciado conforme a los deseos engañosos. (Efesios 4:
22).
Juan dijo: "La luz -Cristo- en las tinieblas
resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella... Mas a todos los
que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1: 5, 12, 13).
"La razón por la cual el mundo incrédulo no será
salvo está en que no desea ser iluminado". La antigua naturaleza nacida de sangre y de los deseos
de la carne, no puede heredar el reino de Dios. La desusada manera de ser, las
tendencias heredadas y los hábitos cultivados deben abandonarse, de lo
contrario, no seremos objetos de la gracia. "El nuevo nacimiento consiste en tener nuevos
motivos, otros gustos y tendencias diferentes".
Mediante el Espíritu Santo, todos los que sean
engendrados para una nueva vida llegarán a ser participantes de la naturaleza
divina, y manifestarán su relación con Cristo en todos sus hábitos y
prácticas. El que pretende ser cristiano y mantiene sus
propensiones y defectos de carácter, ¿en qué se diferencia de los
mundanos?
Si no aprecia la verdad que refina y santifica, no ha
nacido de nuevo... Nadie imagine que su manera de ser no necesita un cambio.
Los que piensan de este modo, no están en condiciones de incorporarse a la obra
de Dios, porque no sienten la necesidad de procurar constantemente alcanzar
normas más elevadas y realizar continuos avances. Nadie puede estar seguro, a menos que desconfíe de sí
mismo y fije continuamente su atención en la palabra de Dios, estudiándola con
un corazón dispuesto a descubrir sus propios errores, y captar cual es la
voluntad de Cristo para que ella sea hecha en sí mismo, y por su intermedio,
también en otros. Con sus hechos muestran que no confían en sí mismos, sino en
Jesús.
Sostienen y honran la verdad como sagrado tesoro capaz
de santificar y refinar. Se preocupan constantemente de que sus palabras y
hechos estén en armonía con esos principios. Su único temor y temblor es que algún resto del yo sea
idolatrado y, de este modo, sus defectos sean imitados por otros que confían en
ellos. Siempre están buscando subyugar al yo, y alejarse de todo lo que tenga
vestigios de egoísmo que pueda desplazar la humildad y mansedumbre de Jesús.
Miran a Cristo con el propósito de crecer en él, intentando captar su gracia y
luz con el propósito de trasmitirla a otros.- Review and Herald, 12 de abril de
1892. EGW RP MHP
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