martes, 18 de febrero de 2020

05. “EL REPRESENTANTE DE CRISTO” I. LA VENIDA DEL ESPÍRITU.


Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.  (Juan 16:7).

"Espíritu de verdad" es el nombre que se da al Consolador.  Su obra consiste en definir y mantener la verdad.  Primero habita en el corazón como el Espíritu de verdad; de este modo, llega a ser el Consolador.  En la verdad hay tranquilidad y paz, lo cual no se puede hallar en el error.  Satanás conquista el poder sobre la mente a través de falsas teorías y tradiciones.  El enemigo logra desfigurar el carácter e imponer la adopción de falsas normas.  Mediante las Escrituras el Espíritu Santo habla a la mente, e imprime la verdad en el corazón.  De este modo expone el error y lo expulsa del creyente.  Por el Espíritu de verdad, obrando por intermedio de la Palabra de Dios, Cristo une a los suyos a sí mismo.

Al describir a sus discípulos la obra del Espíritu Santo, Jesús quiso inspirarlos para que alcanzaran el mismo gozo y la alegría que llenaba su propio corazón.  Se regocijó con la ayuda abundante que había provisto para su iglesia.  El Consolador era el más excelso de los dones que podría solicitar al Padre con el propósito de exaltar a su pueblo.  Fue dado como el agente regenerador, y sin este don el sacrificio de Cristo hubiera sido en vano.  Por siglos el poder maligno se había fortalecido hasta el punto que era asombrosa la sumisión del hombre a la cautividad satánica.  

El pecado puede ser resistido y vencido únicamente por la intervención poderosa de la tercera persona de la Deidad, que no vendría con una energía modificada, sino en la plenitud del poder divino.  El Espíritu es el que hace efectivo lo que logró el Redentor del mundo.  Mediante el Consolador el corazón se purifica.  Gracias a su obra el creyente llega a ser participante de la naturaleza divina.  Cristo nos dio el divino poder de su Espíritu para que podamos vencer las tendencias al mal, sean heredades o cultivadas, y para imprimir en la iglesia su propio carácter.
 Review and Herald, 19 de noviembre de 1908. 16

jueves, 6 de febrero de 2020

04. “EL ESPÍRITU: UN TESTIGO” I. LA VENIDA DEL ESPÍRITU.


El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (Romanos 8: 16).
Si el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, ¿cuáles serán los resultados?  El creyente someterá todo su ser a la voluntad divina.  Entonces, en su maravillosa condescendencia, la Majestad de los cielos establece una santa relación familiar con los que lo buscan de todo corazón.  Como consecuencia, mediante una abundante manifestación de la gracia de Dios, el hijo del Altísimo -el creyente-, es llevado a mantener con su Padre una dependencia semejante a la de los niños con los suyos.  Consagre a Dios todo su ser cuerpo y espíritu con entera confianza en su poder y en su voluntad de bendecirlo, no importa cuán desvalido e indigno sea usted.  "Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1: 12).

No caiga en la actividad impaciente, sino sea celoso en la fe, con un sólo propósito definido: atraer creyentes a Cristo, el Redentor crucificado.  Esta obra no se realiza como resultado de un sermón lógico que logra convencer al intelecto.  El corazón necesita ser persuadido y ablandado por la ternura.  La voluntad tiene que ser sometida al arbitrio de Dios, y todas las aspiraciones deben tener una orientación celestial.  Aliméntese de la Palabra del Dios viviente.  El efecto debe verse en la vida práctica.  Ella debe apoderarse de los comandos de todo el ser...

Cuando confiemos plenamente en Cristo, nos daremos a nosotros mismos en ofrenda a Dios.  Nuestra dependencia estará centrada en la virtud y en la intercesión de Cristo como nuestra única esperanza.  No hay confusión, ni sospecha, puesto que por la fe vemos a Jesús, el enviado de Dios, cuya misión es lograr la reconciliación con los pecadores.  Si deseamos creer solamente en Cristo, él está comprometido con un pacto solemne de mediar en favor de los que, por su intermedio, se acercan al Padre, con el propósito de garantizar su salvación.  Este privilegio está garantizado si nos acercamos confiadamente el trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Manuscript Releases, t. 14, pp. 276, 277. 

03. “LA NATURALEZA DEL ESPÍRITU: UN MISTERIO” I. LA VENIDA DEL ESPÍRITU.


El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. (Juan 14: 17).
No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo.  Cristo nos dice que el Espíritu es el Consolador, "el Espíritu de verdad el cual procede del Padre".  Se asevera claramente tocante al Espíritu Santo, que en su obra de guiar a los hombres a toda verdad "no hablará por su propia cuenta" (Juan 15: 26; 16: 13).
La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio.  Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado.  Los hombres que albergan opiniones fantásticas pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia.  En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro.

Se especifica claramente el oficio del Espíritu Santo en las palabras de Cristo: "Cuando él venga, convencerá de pecado, y de justicia, y de juicio" (Juan 16: 8).  Es el Espíritu Santo el que convence de pecado.  Si el pecador responde a la influencia vivificadora del Espíritu, será inducido a arrepentirse y a comprender la importancia de obedecer los requerimientos divinos.
Al pecador arrepentido, que tiene hambre y sed de justicia, el Espíritu Santo le revela el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.  " Tomará de lo mío, y os lo hará saber", dijo Cristo. 
 "Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he 
dicho"  (Juan 16: 14; 14: 26).

El Espíritu Santo se otorga como agente regenerador para proporcionarle eficacia a la salvación obrada por la muerte de nuestro Redentor.  El Espíritu Santo constantemente está tratando de llamar la atención de los hombres a la gran ofrenda hecha en la cruz del calvario, de exponer al mundo el amor de Dios, y de abrir al alma arrepentida las cosas preciosas de las Escrituras. Los hechos de los apóstoles, pp. 42, 43. RP