Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad. Mas no ruego
solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra
de ellos. (Juan 17:18-20.)
Querido Padre celestial, ahora vengo a ti tal como
soy, pobre, necesitado y dependiente. Pido que me des a mí y a mi pueblo la
gracia del carácter cristiano perfecto. ¿Tendrás compasión por tu pueblo? Permite
que tu luz brille en las cámaras de la mente, dentro del templo que es cada
creyente. Mi Salvador, tú compraste tu herencia al costo infinito de tu vida,
para que como vencedores podamos entrar al reino de Dios y permanecer allí eternamente.
Bendice a los que decidieron servirte. Pon tu Espíritu en ellos.
Querido Padre, te pido que envíes al Espíritu Santo a
fin de que tu salvación sea manifestada. Tócalos para que sean tiernos de
corazón. Enternécelos con tu Espíritu Santo, y ayúdalos para que puedan ver la
obra que debe hacerse en favor de sus vecinos y otras personas que viven
alrededor de ellos. ¡Oh, despiértalos a su responsabilidad! Haz que sientan el
deseo de lavar las vestimentas de su carácter, a fin de que sean emblanquecidas
con la sangre del Cordero. ¿Los rodearás con los tiernos brazos de tu gracia? Implórales
por intermedio del Espíritu Santo para que hagan brillar la luz que tienen, y
así otros también conozcan la verdad. Oh Señor, pon tu iglesia en orden para
que se ponga a trabajar en favor de los perdidos.
Mi Salvador, manifiéstate a tu pueblo. ¡Exprésales tu
amor para que lo sientan! Sostén a tu iglesia a fin de que Satanás no gane
terreno. Ayúdalos a luchar contra toda oposición y, al final, en la ciudad de
Dios, puedan poner sus coronas a los pies de Jesús y así tu nombre reciba toda
la gloria. Amén.- Review and Herald, 16
de julio de 1908. 193
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxOYUu9YwK_dxSVa2U9EmVk
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