En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13: 35).
Muchos podrán llegar a ser colaboradores con Dios en
el ministerio de presentar a otros la gran obra de la redención. El Señor
permite que cada participante tenga su propia esfera de acción, pero debe tener
su Palabra como guía de la vida. También les ha dado al Espíritu Santo para que
puedan vencer todas las tendencias heredadas y cultivas que arrastran al
pecado, y, asimismo, para imprimir su propio carácter en el agente humano y,
por su intermedio, en todos cuantos entren en la correspondiente esfera de
influencia.
Al agente humano se lo insta a fin de que colabore con
Dios para difundir la gracia, la bondad y el amor divinos; así quedarán estas
virtudes impresas en otras mentes. Cada creyente debe llegar a ser un
instrumento mediante el cual el Espíritu Santo pueda obrar. Podrán lograr este
objetivo únicamente los que rinden todas sus habilidades al control del
Espíritu. En ocasión del Pentecostés Dios dio su Espíritu, y éste, al obrar en
corazones receptivos, pudo impresionar a todas las personas con las cuales los
creyentes entraron en contacto.
Por nuestra relación de amistad y familiaridad con los
seres humanos es como podemos ejercer una influencia elevadora. Los que están unidos en una esperanza y una
fe común en Cristo Jesús, pueden llegar a ser una bendición el uno para el
otro. Jesús dice: "Que os améis unos a otros; como yo os he amado"
(Juan 13: 34). El amor no es un simple impulso, una emoción transitoria que
depende de las circunstancias. Es un principio vivo, un poder permanente. El creyente es alimentado por las corrientes
vitalizadoras del amor puro que fluye del corazón de Cristo como un manantial
que nunca se agota.
¡Oh, cuánto se aceleran las pulsaciones del corazón,
se ennoblecen las motivaciones y se profundizan los afectos como resultado de
ésta comunión! Educados y disciplinados
por el Espíritu Santo, los hijos de Dios se aman el uno al otro en forma
verdadera, sincera, sin afectación y "sin incertidumbre ni
hipocresía" (Sant. 3: 17). Todo esto sucede porque el creyentes está
ligado con Jesús mediante el vínculo del amor. Los afectos del uno por el otro
brotan de la común relación con Dios, que nos convierte en una gran familia en
la que hay correspondencia en el amor como Cristo nos ama. Cuando comparamos
esta verdad que santifica, y disciplina los afectos, con las cortesías
superficiales del mundo, las expresiones efusivas y sin sentido de la amistad
son como la paja al lado del grano.- EGW 1888 Materials, pp. 1508, 1509. 184
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxOYUu9YwK_dxSVa2U9EmVk
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