miércoles, 7 de marzo de 2018

07. EL DILUVIO DE AGUA Y FUEGO.


Jesús hizo esta pregunta significativa: "Cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?" 

(Luc. 18:8.) Como hemos visto, él manifiesta que el estado del mundo será como en los días de Noé. San Pablo nos recuerda que la impiedad aumentará a medida que se acerque el fin: "El Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios." (1 Tim. 4:1.) El apóstol dice que "en los postreros 93días vendrán tiempos peligrosos." (2 Tim. 3:1.) 

Y nos da una tremenda lista de pecados que se notarían entre quienes tendrían apariencia de piedad.
 Mientras que su tiempo de gracia estaba concluyendo, los antediluvianos se entregaban a una vida agitada de diversiones y festividades. 

Los que poseían influencia y poder se empeñaban en distraer la atención del pueblo con alegrías y placeres para que ninguno se dejara impresionar por la última solemne advertencia. 
¿No vemos repetirse lo mismo hoy? 

Mientras los siervos de Dios proclaman que el fin de todas las cosas se aproxima, el mundo va en pos de los placeres y las diversiones. Hay constantemente abundancia de excitaciones que causan indiferencia hacia Dios e impiden que la gente sea impresionada por las únicas verdades que podrían salvarla de la destrucción que se avecina. 

 En los días de Noé, los filósofos declararon que era imposible que el mundo fuese destruido por el agua; asimismo hay ahora hombres de ciencia que tratan de probar que el mundo no puede ser destruido por fuego, que esto es incompatible con las leyes naturales. 

Pero el Dios de la naturaleza, el que creó las leyes y las controla, puede usar las obras de sus manos para que sirvan a sus fines. 

Cuando los grandes sabios habían probado a su entera satisfacción que era imposible que el mundo fuese destruido por agua, cuando los temores del pueblo se habían tranquilizado, cuando todos consideraban que la profecía de Noé era un engaño, y le llamaban fanático, entonces llegó la hora de Dios. 

"Fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas" (Gén. 7:11), y los burladores sucumbieron en las aguas del diluvio. Con toda su jactancioso filosofía, los hombres descubrieron muy tarde que su sabiduría era necedad, que el Legislador es superior a las leyes de la naturaleza, y que a la Omnipotencia no le faltan medios para alcanzar sus fines.

 

 "Y como fue en los días de Noé, ... como esto será el día 94 como el día que el Hijo del hombre se manifestará." "El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas." (Luc. 17: 26, 30; 2 Pedro 3: 10).

Cuando las razonamientos de la filosofía hayan desterrado el temor a los juicios de Dios; cuando los maestros de la religión nos hablen de los largos siglos de paz y prosperidad, y el mundo se dedique por completo a sus negocios y placeres, a plantar y edificar, fiestas y diversiones, y desechando las amonestaciones de Dios, se burle de sus mensajeros, "entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, . . . y no escaparán." (1 de Tes. 5: 3) EGW PP 92-94

06. CAUSAS DEL DILUVIO UNIVERSAL.


Los pecados que acarrearon la venganza sobre el mundo antediluviano. Existen hoy. El temor de Dios ha desaparecido de los corazones de los hombres, y su ley se trata con indiferencia y desdén. La intensa mundanalidad de aquella generación es igualada por la de la presente. Cristo dijo: "Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día que Noé entró en el arca, y no conocieron hasta que vino el diluvio y llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre." (Mat. 24:38, 39.)

 Dios no condenó a los antediluvianos porque comían y bebían; les había dado los frutos de la tierra en gran abundancia para satisfacer sus necesidades materiales. Su pecado consistió en que tomaron estas dádivas sin ninguna gratitud hacia el Dador, y se rebajaron entregándose desenfrenadamente a la glotonería. Era lícito que se casaran. 

 El matrimonio formaba parte del plan de Dios; fue una de las primeras instituciones que él estableció. Dio instrucciones especiales tocante a esta institución, revistiéndola de santidad y belleza; pero estas instrucciones fueron olvidadas y el matrimonio fue pervertido y puesto al servicio de las pasiones humanas. 


Condiciones semejantes prevalecen hoy día. Lo que es lícito en sí es llevado al exceso. Se complace al apetito sin restricción. Hoy muchos de los que profesan ser cristianos comen y beben en compañía de los borrachos mientras sus nombres aparecen en las listas de honor de las iglesias. 

La intemperancia entorpece las facultades morales y espirituales, y prepara el dominio de las pasiones bajas. Multitudes de personas no sienten la obligación moral de dominar sus apetitos sensuales y se vuelven esclavos de la concupiscencia. Los hombres viven sólo para el placer de los sentidos; únicamente para este mundo y para esta vida.

 El despilfarro 91prevalece en todos los círculos sociales. La integridad se sacrifica en aras del lujo y la ostentación. Los que quieren enriquecerse rápidamente corrompen la justicia y oprimen a los pobres; y todavía se compran y venden "siervos, y las almas de los hombres." El engaño, el soborno y el robo se cometen libremente entre humildes y encumbrados. 

La prensa abunda en noticias de asesinatos y crímenes ejecutados tan a sangre fría y sin causa, que parecería que todo instinto de humanidad hubiese desaparecido. 

 Estos crímenes atroces son hoy día sucesos tan comunes que apenas motivan un comentario o causan sorpresa. El espíritu de anarquía está penetrando en todas las naciones, y los disturbios que de vez en cuando excitan el horror del mundo, no son sino señales de los reprimidos fuegos de las pasiones y de la maldad que, una vez que escapen al dominio de las leyes, llenarán el mundo de miseria y de desolación. 

El cuadro del mundo antediluviano que pintó la inspiración representa con fiel veracidad la condición a la cual la sociedad moderna está llegando rápidamente. 

Ahora mismo, en el presente siglo, y en países que se llaman cristianos, se cometen diariamente crímenes tan negros y atroces, como aquellos por los cuales los pecadores del antiguo mundo fueron destruídos. 

Antes del diluvio, Dios mandó a Noé que diese aviso al mundo, para que los hombres fuesen llevados al arrepentimiento, y para que así escapasen a la destrucción. 

 A medida que se aproxima el momento de la segunda venida de Cristo, el Señor envía a sus siervos al mundo con una amonestación para que los hombres se preparen para ese gran acontecimiento. 

 Multitudes de personas han vivido violando la ley de Dios, y ahora, con toda misericordia, las llama para que obedezcan sus sagrados preceptos. A todos los que abandonen sus pecados mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en Cristo, se les ofrece perdón.

 Pero muchos creen que renunciar al pecado es hacer un sacrificio demasiado grande. 92 Porque su vida no está en armonía con los principios puros del gobierno moral de Dios, rechazan sus amonestaciones y niegan la autoridad de su ley. 

Solamente ocho almas de la enorme población antediluviana creyeron y obedecieron la palabra que Dios les habló por labios de Noé. Durante ciento veinte años el predicador de la justicia amonestó al mundo acerca de la destrucción que se aproximaba; pero su mensaje fue desechado y despreciado. 

Lo mismo sucederá ahora. Antes de que el Legislador venga a castigar a los desobedientes, exhorta a los transgresores a que se arrepientan y vuelvan a su lealtad; pero para la mayoría estas advertencias serán vanas. EGW PP. 90-92.