Y Dios me envió delante
de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por
medio de gran liberación. Así, pues, no
me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y
por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.
(Génesis 45:7,8).
Fue el plan de Dios que
por medio de José fuera introducida entre los egipcios la religión de la
Biblia. Este fiel testigo debía representar a Cristo en la corte de los reyes. En
su juventud, Dios se comunicó con José a través de sueños, dándole un indicio
del alto cargo al que sería llamado a servir. Para evitar su cumplimiento, sus
hermanos lo vendieron como esclavo; pero su acción cruel dio como resultado el
hecho preciso que sus sueños habían predicho.
Los que buscan torcer
el propósito divino y oponerse a su voluntad, pueden parecer prosperar durante
un tiempo; pero Dios está obrando para cumplirlo. El, a su debido tiempo,
manifestará quién es el gobernante de los cielos y de la tierra.
José consideró como la
mayor calamidad que podría haberle ocurrido el ser vendido en Egipto; pero
entonces vio la necesidad de confiar en Dios como nunca lo había hecho cuando
estaba protegido por el amor de su padre. José llevó a Dios consigo a Egipto, y
este hecho quedó de manifiesto por su comportamiento alegre, a pesar de su tristeza.
Como el arca del Señor trajo descanso y prosperidad a Israel, así también este
joven temeroso y amante de Dios fue una bendición en Egipto. Este hecho se hizo
patente de una manera tan señalada que Potifar, en cuya casa servía, atribuyó
todas sus bendiciones a este esclavo que había comprado, y lo convirtió más en
un hijo que en un siervo. Es el propósito de Dios que los que le aman y honran
también sean honrados, y que la gloria que se le da a Dios a través de ellos,
se refleje sobre éstos mismos.
El carácter de José no
cambió cuando fue exaltado a una posición de confianza. Fue destacado en ella
para que su virtud brillara con una luz distintiva de buenas obras. La
bendición de Dios descansó sobre él en la casa y en el campo. Todas las responsabilidades
de la casa de Potifar fueron puestas sobre él. En todo manifestó una integridad
inmutable, porque amaba y temía a Dios.- The Youth's Instructor, 11 de marzo de
1897. 259
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFzZ_A1Yl5Cue5fxawAPGjut
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