Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en
cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. (Romanos 12: 10).
Cuando el Espíritu Santo inunde las mentes humanas,
desaparecerán todas las quejas y las acusaciones mezquinas que ocurren entre
los hombres y sus semejantes. Los luminosos rayos del Sol de Justicia brillarán
en las cámaras de la mente y el corazón. En nuestro culto a Dios no debe
existir distinción entre ricos y pobres, ni entre blancos y negros. Debe
eliminarse todo prejuicio. Cuando nos
acercamos a Dios, debemos hacerlo como una sola hermandad. Somos peregrinos y
extranjeros, y vamos en viaje hacia una tierra mejor, a saber, la patria
celestial. Allí terminarán para siempre todo orgullo, toda acusación y toda
vana ilusión. Se quitará toda máscara y "lo veremos tal como él es"
(1 Juan 3: 2). Allí nuestros cantos
repetirán el tema inspirador, y tributarán alabanza y agradecimiento a Dios.
El Señor Jesús vino a esta tierra a salvar a los
hombres y las mujeres de todas las nacionalidades. Murió tanto por la raza de color como por la
raza blanca. Jesús vino para iluminar a todo el mundo. Al comienzo de su
ministerio declaró cuál era su misión: "El Espíritu del Señor está sobre
mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado
a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y
vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año
agradable del Señor" (Luc. 4: 18, 19).
Los ojos de Dios están sobre todas sus criaturas, él
las ama a todas, y no establece diferencia alguna entre el blanco y el negro;
la única diferencia consiste en tratar con especial y tierna compasión a los
que tienen que soportar cargas más pesadas que otros. Los que aman a Dios y
creen en Cristo como su Redentor, aunque tengan que hacer frente a las pruebas
y a las dificultades que encuentran a su paso, deben aceptar con un espíritu
gozoso su vida tal como es, y considerar que Dios ve todas estas cosas desde lo
alto, y que por todo lo que el mundo deja de proporcionarles, Dios mismo los
resarcirá con sus favores escogidos.- Mensajes selectos, t. 2, p. 551. 91
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