Dad gracias en todo, porque esta
es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:
18).
Hay muchas angustias
innecesarias, problemas que agitan la mente y otras realidades sobre los cuales
nada podemos hacer. El Señor desea que sus hijos confíen en él plenamente.
Nuestro Señor es un Dios justo y recto. Sus hijos deberían conocer su bondad y
su justicia, tanto en los asuntos importantes como en los comunes de la vida.
Los que abrigan un espíritu angustiado y quejoso rehusan reconocer la realidad
de su mano guiadora. La ansiedad innecesaria es una insensatez que impide
relacionarse con Dios en la forma debida.
Cuando el Espíritu Santo está entronizado en el creyente, no hay inclinación de quejarse o de murmurar cuando no se tiene todo lo que uno quisiera. Al contrario, hay deseos de agradecer a Dios de todo corazón por las bendiciones recibidas.
Entre los que sirven al
Señor existe una gran necesidad de ser más agradecidos. A menos que
desarrollemos el debido espíritu, no estaremos preparados para tener un lugar
en el reino de los cielos. Hay una gran tarea que debe realizarse en cada uno
de nosotros. Infelizmente comprendemos muy poco acerca de la gran obra que Dios
desea hacer por nuestro intermedio. Deberíamos tratar de alcanzar la plenitud
de sus planes, y obtener el mayor provecho de cada lección que él ha tratado de
enseñarnos.
Muchos asuntos perjudiciales, resultantes de la imaginación, ocupan el corazón cuando tratamos de realizar nuestra voluntad, contraria a la ley de la bondad. Es en este punto donde muchos fallan. No cultivamos una disposición bondadosa. Deseamos que todo nos suceda con suma facilidad.
La pregunta de
mayor importancia para cada uno de nosotros no debería ser cómo llevar adelante
nuestros propios planes en contra de los de otros, sino cómo tener el poder de
vivir cada día para Cristo. Jesús vino a la tierra a fin de dar su vida para
que podamos alcanzar la salvación eterna. Al circundamos con la atmósfera del
cielo, podremos dar al mundo un ejemplo que honre la religión de Cristo.- Manuscript
15, 1912 (Loma Linda Messages, p. 602). 87
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