Pero hágase todo
decentemente y con orden (1 Corintios 14:40).
Encontré a un hombre y a
su esposa que afirmaban obedecer la Palabra de Dios y creer en los testimonios.
Habían tenido una experiencia inusitada durante los dos o tres años pasados. Parecían
ser gente sincera...
Dije a este hermano y a
su esposa que la experiencia que yo había tenido en mi juventud, poco después
de transcurrida la fecha 1844, me había conducido a ser sumamente precavida en
la aceptación de cualquier cosa parecida a lo que en aquel tiempo enfrentamos y
reprochamos en el nombre del Señor.
No podría infligirse un
daño mayor a la obra de Dios en esta época que el que le causaríamos si
permitiésemos que se introdujera en nuestras iglesias un espíritu de fanatismo
acompañado por conductas extrañas, que se considerarían equivocadamente como la
obra del Espíritu de Dios.
A medida que este
hermano y su esposa referían sus experiencias, que ellos pretendían haber
tenido como resultado de haber recibido el Espíritu Santo con poder apostólico,
tuve la impresión de que se trataba de una copia de aquello a lo cual habíamos
tenido que hacer frente y corregir en nuestros primeros días de existencia.
Hacia el final de
nuestra entrevista, el Hno. L propuso que oráramos juntos, pensando que
posiblemente durante la oración su esposa experimentaría aquello que me habían
descrito, y que entonces yo estaría en condiciones de discernir si eso procedía
del Señor o no. No pude consentir en ello, porque se me ha indicado que cuando
una persona ofrece exhibir tales manifestaciones peculiares, eso constituye una
clara evidencia de que no se trata de la obra de Dios.
No debemos permitir que
estos incidentes nos desanimen. De tiempo en tiempo nos veremos frente a casos
tales. No demos dar lugar a ejercicios extraños que alejan la mente de la
dirección profunda del Espíritu Santo. La obra de Dios se ha caracterizado
siempre por la serenidad y la dignidad. No podemos permitirnos aprobar ninguna
cosa que produzca confusión y debilite nuestro fervor con respecto a la gran
obra que Dios nos ha encomendado realizar en el mundo, a fin de prepararlo para
la segunda venida de Cristo.- Mensajes selectos, t. 2, pp. 47, 48. 334
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFwjWa2SHI3SNHhSGZU_y_aG
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