Para que andéis como es
digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1:10).
Hay quienes se lamentan
de las restricciones que la religión de la Biblia impone a quienes siguen sus
enseñanzas. Parecen pensar que son una
gran desventaja. Pero tenemos razones para agradecer a Dios con todo nuestro
corazón porque ha levantado una barrera celestial entre nosotros y el terreno
del enemigo. Hay ciertas tendencias del corazón natural que muchos piensan que
deben seguirse para el mejor desarrollo del individuo. Pero Dios ve que lo que
los hombres consideran que es esencial, no sería la bendición que imaginan,
pues el desarrollo de esos rasgos los haría ineptos para las mansiones
celestiales.
El Señor pone a los
individuos bajo pruebas y aflicciones para separar la escoria del oro, pero no
fuerza a ninguno. No los sujeta con
cadenas, cuerdas o vallas, pues ellas aumentan el descontento en vez de
disminuirlo. El remedio para el mal se encuentra en Cristo como el Salvador que
habita en nosotros. Pero para que él more en el creyente, primero debe ser
expulsado el yo. Entonces habrá un lugar completamente limpio que el Espíritu
Santo llenará totalmente.
El Señor purifica el corazón del mismo modo como aireamos una habitación. No cerramos las puertas y las ventanas, y arrojamos en ella una sustancia purificadora; sino que las abrimos y permitimos que el aire puro del cielo penetre. El Señor dice: "Mas el que practica la verdad viene a la luz" (Juan 3:21). Las ventanas del impulso y los sentimientos tienen que abrirse hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y la mundanalidad necesita ser expulsado. La gracia de Dios debe barrer las cámaras de la mente; la imaginación tiene que contemplar temas celestiales, y cada elemento de la naturaleza debe ser purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios.- Manuscript Releases, t. 2, p. 338. 296
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxYbpvM5t67YPIWXD9NDE5p
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