Por lo cual alegraos,
cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!
porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco
tiempo. (Apocalipsis 12:12).
Los que consagran todo
a Dios no quedarán libres de las molestias del enemigo de los creyentes. Satanás
vendrá a ellos con tentaciones atractivas, diseñadas para alejarlos de su
lealtad a Dios. Intentará sobornarlos, como lo hizo con Cristo en el desierto,
diciéndole: "Todo esto te daré, si postrado me adorares" (Mat. 4:9).
Pero, ¿Cuál debería ser la respuesta del cristiano a todas las tentaciones del maligno?
Debería decir: "No prestaré mi influencia de ningún modo al progreso de nada que no sea la causa de Cristo. No soy mío; he sido comprado por precio.
No he de vivir para agradarme a mí mismo; porque he sido comprado y rescatado por la sangre de Cristo.
No es posible
darle a Jesús más de lo que le pertenece; cada momento de mi vida es suyo. Soy
su posesión, un siervo empleado para hacer la voluntad de mi Maestro".
Esta es la única
posición segura; y si los feligreses sintieran esto, qué poder ejercería la
iglesia para atraer y ganar creyentes para Cristo. El esfuerzo de servir a Dios
y al diablo al mismo tiempo es lo que deja al cuerpo de Cristo, la feligresía,
tan destituido del Espíritu de Dios.
Si los miembros estuvieran consagrados a Dios, si estuvieran en la unidad del Espíritu, en el vínculo de la paz, y si estuvieran organizados con el propósito de impartir a otros una influencia para el bien, la iglesia realmente sería la luz del mundo.
Si los feligreses individualmente buscaran representar a Cristo ante el mundo
en carácter y vida, miles, que ahora tienen razón para criticar las palabras y
los hechos de los que profesan el nombre de Cristo, serían atraídos al
Salvador.
"Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros" (2 Cor. 4:6,7).
The
Home Missionary, 1º de octubre de 1892. 351
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxYxSediZEkmM9O7h0NazSc
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