Que hagan bien, que
sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen
fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna. (1 Timoteo
6:18,19).
La misión de la iglesia
de Cristo es salvar a los pecadores que perecen. Es dar a conocer el amor de
Dios a los hombres, y ganarlos para Cristo por la virtud de ese amor. A la
verdad para este tiempo hay que llevarla hasta los rincones oscuros de la
tierra, y esa obra tiene que comenzar por casa.
Los seguidores de
Cristo no deberían vivir vidas egoístas; al contrario, imbuidos con el Espíritu
de Cristo deberían trabajar en armonía con él.
El ha dado a su pueblo
un plan para reunir dinero suficiente como para que la empresa se sostenga a sí
misma. El plan de Dios del sistema del diezmo es hermoso en su sencillez e
igualdad. Todos pueden adoptarlo con fe y valor, porque es de origen divino. En
él se combinan la sencillez y la utilidad, y no requiere profundidad de
conocimientos para comprenderlo y ejecutarlo.
Todos pueden sentir que
tienen una parte en llevar adelante la preciosa obra de salvación. Cada hombre,
mujer y joven tienen la oportunidad de llegar a ser tesoreros de Dios, y así no
habría escasez de medios con los cuales llevar adelante la gran obra de
presentar el mensaje con la última advertencia al mundo.
La tesorería estará
repleta de fondos si todos adoptan este sistema. Y no por eso los
contribuyentes serán más pobres. Mediante cada inversión que hagan quedarán más identificados con la
causa de la verdad presente. Estarán "atesorando para sí buen fundamento
para lo por venir... [echando] mano de la vida eterna" (1 Tim. 6:19).
Si cada persona
adoptara y cumpliera cabalmente este plan de la benevolencia sistemática,
habría una provisión constante en la tesorería. El ingreso fluiría como una
corriente continua originada en los manantiales rebosantes de la benevolencia. East Michigan Banner, 18 de enero de 1905.
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFwF2oAwyF6oFThjHY5BWOTg
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