Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he
venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la
visión. (Daniel 9: 23).
Después que pasó la fecha de 1844, investigamos la verdad
como buscando un tesoro. Me reuní con los hermanos, y estudiamos y oramos
fervientemente. A menudo permanecíamos juntos hasta tarde, y algunas veces
durante toda la noche, orando por la iluminación celestial y estudiando la
Palabra. Una y otra vez nos reuníamos para estudiar la Biblia, a fin de conocer
su significado y estar preparados para enseñarla con poder. Cuando en el estudio llegábamos al punto de
decir: "No podemos ir más lejos", el Espíritu del Señor venía sobre
mí. Era arrebatada en visión y se me daba una clara explicación de los pasajes
que habíamos estado estudiando, e instrucciones acerca de cómo deberíamos
trabajar y enseñar con eficacia. De este
modo recibíamos la luz que nos ayudaba a entender los textos con respecto a
Cristo, su misión y su sacerdocio. Claramente se me presentaba la línea de la
verdad que se extiende desde aquel tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de
Dios, y entonces compartía con los demás las instrucciones que el Señor me
había dado.
Durante todo ese tiempo, no podía entender el
razonamiento de los hermanos. Mi mente, por así decirlo, estaba sellada y no
podía comprender el significado de las Escrituras que estábamos estudiando. Esta
fue una de las mayores tristezas de mi vida. Estuve en esa condición hasta que
todos los puntos principales de nuestra fe se aclararon en nuestras mentes, en
armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían que, al no recibir una
visión, no podrían entender estos temas, y es por eso que después aceptaban las
revelaciones recibidas como luz enviada directamente del cielo.
Surgieron muchos errores, y aunque yo era poco más que
una niña, fui enviada por el Señor de un lugar a otro para reprender a quienes
se aferraban a las doctrinas falsas. Había quienes estaban en peligro de caer en el fanatismo, y se me pidió
que en el nombre del Señor les diera una advertencia del cielo.- Review and
Herald, 25 de mayo de 1905. 236
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFwF2oAwyF6oFThjHY5BWOTg
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