lunes, 30 de marzo de 2020

28. LA VOLUNTAD RECHAZA AL ESPÍRITU. (I. LA VENIDA DEL ESPÍRITU).


A cualquiera que dijera alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; 
pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, 
ni en el venidero. (Mateo 12: 32).

Precisamente antes de esto, Jesús había realizado por segunda vez el milagro de sanar a un hombre poseído, ciego y mudo, y los fariseos habían reiterado la acusación: "Por el príncipe de los demonios echa fuera demonios" (Mat. 12: 24).  Cristo les dijo claramente que al atribuir la obra del Espíritu Santo a Satanás, se estaban separando de la fuente de bendición. Los que habían hablado contra Jesús, sin discernir su carácter divino, podrían ser perdonados; porque podían ser inducidos por el Espíritu Santo a ver su error y arrepentirse. Cualquiera que sea el pecado, si el alma se arrepiente y cree, la culpa queda lavada en la sangre de Cristo; pero el que rechaza la obra del Espíritu Santo se coloca donde el arrepentimiento no puede alcanzarle.

Es por el Espíritu Santo como Dios obra en el corazón. Cuando los hombres rechazan voluntariamente al Espíritu y declaran que es de Satanás, cortan el conducto por el cual puede comunicarse con ellos. Cuando rechazan finalmente al Espíritu, no hay nada más que Dios pueda hacer por el alma. No es Dios quien ciega los ojos y endurece los corazones de los hombres. Les manda luz para corregir sus errores, y conducirlos por sendas seguras; es por el rechazo de esta luz como los ojos se ciegan y el corazón se endurece. Con frecuencia esto se realiza gradual y casi imperceptiblemente.  

Viene luz al alma por la Palabra de Dios, por sus siervos, o por la intervención directa de su Espíritu; pero cuando un rayo de luz es despreciado, se produce un embotamiento parcial de las percepciones espirituales, y se discierne menos claramente la segunda revelación de la luz. Así aumentan las tinieblas hasta que anochece en el alma.
 Así había sucedido con estos dirigentes judíos.  Estaban convencidos de que un poder divino acompañaba a Cristo, pero a fin de resistir a la verdad, atribuyeron la obra del Espíritu Santo al poder de Satanás. Al hacer esto, prefirieron deliberadamente el engaño; se entregaron a Satanás, y desde entonces fueron dominados por su poder.
El Deseado de todas las gentes, pp. 289, 290. 
Recibiréis Poder (EGW). 39

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